Diario de reflexiones - Nadia Birnbaun
09/06/2020
Las expresiones me resultan un tanto extrañas. Cuando uno las presencia comprende perfectamente su significado, pero cuando las historias se narran se pueden interpretar los gestos y las actitudes de una forma totalmente diferente. Que suerte que hay muchos puntos de vista para contar los hechos.
Véase por ejemplo lo que me ocurrió esta semana. Me gusta buscar fotos de escenas de películas con sus respectivos diálogos. Así elijo la mayoría de las que veo. En una imagen me topé con una actriz que no recordaba haber visto con anterioridad. Habitante de épocas pasadas, podía deducir por su vestimenta. Muy muy hermosa. Se la veía sonriente y ya explicaré por qué digo sonriente y no feliz. Tenía un pintalabios rosa sobre la boca semi-abierta que le resaltaba la pálida piel. El cabello largo y oscuro por sobre su frente, recorriendo toda la espalda hasta llegar a la cintura. Los ojos, verdosos y abiertos, en signo de admiración y en el reflejo de su pupila un rostro. Si bien era una preciosa foto que parecía genuina, había algo acerca de su ceja derecha que me inquietaba. Estaba levemente alzada. Al principio simplemente creí que esas cosas pasaban, que a fin de cuentas era un momento congelado de la escena de una película. ¿Qué podía decirme mi instinto que no estuviera ya pensado, escrito y efectuado para ser parte de ese fragmento? Justamente nada, por eso vi la película. Eventualmente terminó siendo un documental y la mujer de la que hablo no era una actriz, formaba parte de las escenas reales de la situación llevada a la cinematografía. La imagen era retrato de una situación compleja: la mujer se enteraba de que su pareja era un asesino serial y había adoptado una forma un tanto particular para afrontar el juicio que lo comprometía. Al darse por levantada la sesión, ella lo miraba a la vez que él juraba no ser partícipe de las acusaciones. Ella lo amaba, podía verse en sus ojos. Quería creerle con muchas fuerzas. Y tenía miedo, por eso levantaba levemente su ceja derecha. Era su forma de decir que ya no disponía de toda su confianza y eso, a ella, la destrozaba por dentro. Luego del juicio cayó en una profunda depresión.
La famosa moraleja: no juzgues a un libro por su portada. Léelo. O, en su defensa, mira la película.
07/06/2020
Nadie que tenga mucho poder está realmente limpio.
01/06/2020
Serán casi las once de la noche y me pregunto muchas cosas. Hay un dicho por ahí que pronuncia: "Las cosas llegan cuando uno menos las espera". Seguro que la dijo alguien que estaba esperando alguna cosa, por algo se dio cuenta que llegó. Estos meses empezaron abrumadores, con una incertidumbre que no se dejaba acomodar. Hoy creo que no pesa tanto lo incierto, sino lo que es real. Todos somos comentaristas de una misma realidad que a veces nos parece ajena, pero al final somos los que la escriben.
Vi una foto (que no puedo encontrar), que pretendía ser un chiste, en la que había un libro de historia actual, relativamente corto, y un libro titulado "Historia Mundial 2020 - Módulo 1", que sextuplicaba al anterior. Pienso que tiene algo de verdad, todo lo que está intencionalmente hecho la tiene. Pero pienso en que, si todo sale bien, en algún momento va a suceder y alguien va a estar leyendo esa "historia". Después me pregunto, ¿qué historia? ¿quién la va a escribir? ¿a quién van a entrevistar para hacerla? Si todos la estamos viviendo de formas diferentes. Si en cada lugar del mundo hay un infierno (amorfo como lo llamaría yo, pero seguro coleccionando algún imbécil) particular e incomparable con los demás. ¿Cuántos módulos puede tener un libro? ¿Cuántos están dispuestos a leer? ¿O a escribir? A escribir asumo que muchos. Escribiendo se aclaran las ideas. Es como cuando se empieza a escribir un cuento que no tiene ni principio ni final, donde hay un personaje medio atolondrado, en medio de una pandemia que, desde su casa y sin poder salir, tiene que escribir un texto para una materia de la facultad, que piensa en que para hacerlo tiene que buscar un significado que concuerde con la foto que tiene valor para él o ella y que, en un abrir y cerrar de ojos, dice: "¡bancala un toque!", porque se da cuenta que la cabeza le funciona demasiado rápido, y se acuerda de lo que dice Sherlock en la serie cuando Watson le contesta que el "no está bien": "No, pero es lo que es". Es lo que es.
12/05/2020
Las secretarias lo saben todo.
07/05/2020
Siempre me pareció muy raro el hecho de que la gente escriba sobre la muerte. Nadie se murió y revivió para contarlo. Los cuentos de esta temática me resultan un tanto irreales. Creo que por eso siempre que escribo me limito a mencionar que la vida se termina pero no lo que viene después de ella. Jorge Díaz, un dramaturgo chileno, dijo que "a falta de experiencias existenciales, yo adquiero experiencias imaginarias". A la muerte la entiendo como eso, como un campo de experimentación donde todo es válido, se parece a los sueños. Yo prefiero escribir sobre los sueños, que sí los viví y me permiten ser un poco más certera de lo que mi imaginación es capaz de procesar. Admiro a los que describen con detalle lo que sienten cuando viven una muerte cercana, o a los que dicen haber estado en contacto con algún ente supraterrenal, admiro a los que tienen la certeza de lo que viene después (aunque ese "algo" me parezca absurdo e incomprobable) y le dan propósito a sus acciones. Yo me resguardo en la idea de que me voy a dar cuenta cuando la muerte llegue y, de poder ser real el contacto con la vida, voy a escribir mi experiencia después de la experiencia. En el mientras tanto, me quedan muchas confiterías por probar.
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