Borradores - Notas de lectura

 Recuerdo ir con papá, que me agarre de la mano y me levante a upa para subir las escaleras caracol. Recuerdo el edificio como si fuese un faro, redondo y alto, las escaleras grises y las paredes blancas con la pintura craquelada. Recuerdo que tocamos la puerta y que alguien en unos pantalones marrones nos abre del lado de adentro. Recuerdo la oficina, el escritorio de madera que es grande y las fotos enmarcadas que cuelgan de los clavos oxidados. Recuerdo una gran ventana donde se dejan ver muchas personas pequeñas en constante movimiento. Recuerdo querer una pieza de ese tamaño, pensar dónde me gustaría poner mi ropero. Recuerdo que papá se lleva la mano al bolsillo, porque ahí es donde siempre guarda la plata, le extiende la mano y el se acerca. Entonces me inunda el cuerpo ese aroma. Es un olor que reconocí una vez caminando por Rivera Indarte al volver a casa de tomar el subte. También lo sentí en algún estudio recóndito de abogados. Entra por mi nariz y despierta ese momento en mi conciencia. Lo reconozco, lo busco, lo pienso... y nada. Me tele transporto, sé que se agacha, que me mira, algo me dice y yo le sonrío. Papá le da un apretón de manos, le agradece y me toma en sus brazos para bajar la larga escalera. Llegamos a la calle, mis pies tocan el suelo, subimos al auto y nos lleva a casa. 

 Me lo imagino alto, canoso, delgado. Sé que usa zapatos, que lleva una chomba blanca. Lo imagino amable, porque a papá le simpatiza y, cuando alguien no le simpatiza, se le nota. Creo que yo también le simpatizo, porque a veces recuerdo sonreirle. Eso hago, recuerdo, reconstruyo, imagino, escribo. 

 A veces me enojo, porque no puedo acordarme de él y describirlo como Norman Mailer describe a Patty Larraine. Porque cuando leo el primer capítulo de "Los hombres duros no bailan" yo no puedo dedicar una comparación fascinante a este hombre como Norman hace con Patty. No es que el señor que le cobraba el alquiler de la cancha de tenis a papá fuese tan importante como una ex esposa que despierta un instinto asesino y macabro en un simple escritor de Cape Cod, pero a veces me gustaría poder entender por qué recordamos lo que recordamos. Yo no estoy muy segura de por qué me acuerdo del dueño de las canchas de tenis que papá alquilaba, todavía intento descifrar su rostro y eso que pasaron unos buenos doce años, pero sí estoy segura de por qué me acuerdo de la metáfora de Norman Mailer que compara la adicción al cigarrillo con Patty Larraine. 

 Cuando empezó a describir Cape Cod entré en duda. Sentía que estaba leyendo un documental histórico de donde vivía Timothy Madden (el escritor, ex esposo de Patty Larraine). No creí que fuera muy importante, no comprendía realmente por qué estaba ahí, al comienzo de un libro que en su tapa alardeaba en un rojo sangriento las palabras "BESTSELLER MUNDIAL". Cuando llegué a la aparición de Larraine todo fue repentinamente claro. 

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 Papá me contó hace poco que este hombre misterioso que ronda en mis memorias se enamoró de mi abuela. En realidad se enamoró de su voz, porque nunca la conoció. Como papá no escucha, mi abuela llamaba para reservar sus canchas y así el poder dar clase. Me pregunto si él se acuerda de ella, si pudo compararla con algo en su vida como Timothy Madden a Patty Larraine. Espero que sí, que haya llenado esa frustración momentánea que a veces tengo con él y así pueda compensar el vacío que le dejó Patty a Timothy. ¿Por qué nos sentiremos responsables de reconstruir lo que no recordamos? Me atrevo a decir que, siempre y cuando existan historias que concluyan, siempre y cuando estemos dispuestos a leerlas, a abrazarlas, a quererlas; tendremos la necesidad de dejar algo que contar. Eso quiero hacer de mis vivencias: algo que contar, algo tan grande y complejo como las comparaciones de Mailer, algo que se sienta tan inexplicable como el gusto del dueño de las canchas de tenis por la voz de mi abuela. 




Nota 2


 En la clavícula derecha mamá tiene tatuada una luna y yo tengo tatuado un sol. Como ella no escucha, cuando era chica me inventaba canciones para dormir. Siempre me acuerdo de una que dice que el sol se iba y la luna llegaba; este tatuaje es una especie de simbolismo por todo lo que siempre hizo por mí. 

Sin embargo, esta canción sobre el sol de la que voy a hablar es un poco distinta. Principalmente porque no la suelo escuchar cuando voy a dormir y en segundo lugar porque es un poco más conocida que mi "lullaby". 

 "Cae el sol" de Airbag suele pasarse cuando los boliches están por cerrar. Es irónico, en realidad a esa hora el sol sale, pero nadie se da cuenta. Es una canción que se canta porque se conoce, como una especie de himno para los trasnochados de alma fuerte. Nadie realmente pone mucha atención a lo que trata. En primera instancia, no es una canción sobre el sol. Es bastante triste, como toda buena canción de amor que expresa que se está esperando coincidir con alguien que está realmente lastimado. El estribillo entona: "Yo quiero ir a algún lugar en donde pueda despertar, yo quiero verte sonreír y que no tengas que mentir". Deseo de muchos, me gusta asumir, adornado con melodía para restarle la cuota de realidad que cargan las palabras. 

No solo la letra resulta concisa para un videoclip de cinco minutos, con una buena instrumental y un infaltable solo de guitarra característico, sino que el contenido de este, más allá del significado que yo decida darle, es el resultado de una realidad con sucursales en todo el mundo y un nivel de incomprensión masivo. Otra cosa que me gusta de Airbag es que nunca es lo demasiado directo ni usa demasiados pronombres personales como para que sus canciones queden atadas a la necesidad de encajar con una situación en específico. De esta forma, Airbag habla de la trata de personas cuando canta "Cae el Sol", y yo reduzco mis posibilidades a lo nostálgico de los boliches y a una pequeña furia interna respecto de la no valoración de algo como esto. Me parece importante darle ese mérito, el reconocer la posición de poder e influencia que tiene una banda como tal para mandar un mensaje que nos atraviesa como sociedad y que, nuevamente desde mi afán por enaltecerlos, solo pueda ser comprendido en la totalidad su composición, más allá del "solcito de las 6am y la golden hour".  

 Me gusta mucho Airbag. Me gustan mucho las cinco canciones que conozco y me sé de tenerlas constantemente en repetición. Miento si digo que no me gustaría conocer más, conocer más sobre ellos, pero si soy transparente debo admitir que siempre me interpelaron y aparecieron cuando he necesitado escucharlos. Los he buscado infinidad de veces, siempre tienen la misma capacidad de llenarme y no me exigen el compromiso implícito del fanatismo que solemos tener con los artistas. Es un tipo de relación diferente que disfruto, que no me arrastra al pacto, y tal vez ese sea el motivo por el que sólo sé sus nombres de pila y no tengo idea de cuántos álbumes pueden haber sacado. 

 Tal vez sean irónicos los motivos por los cuales yo elegí tatuarme el sol en vez de la luna. Lo elegí porque hay algo en él que me fascina, que hace todo algo más transparente cuando se refleja sobre las cosas. Lo elegí porque el sentimiento de verlo, la calidez, la comodidad, la piel de gallina cuando desaparece, es algo parecido a lo que me hace sentir Airbag, algo que espero cargar como cualidades en mi persona algún día. Es irónico, porque uno no puede realmente ser como el sol, porque uno no puede cantar que el sol cae cuando en verdad sale. Es irónico porque los tatuajes realmente no hablan, aunque permanezcan. Pero los humanos hacemos y significamos, nos ponemos las mismas cinco canciones en repetición hasta que nos damos cuenta de lo que realmente estamos cantando. Interpretamos, bailamos, salimos, llegamos y dormimos. Y "Cae el sol" es sólo el himno fugaz de los desvelados sin equilibrio, mientras yo pienso que decir que "no queda nadie en la ciudad, pero por vos me quedo acá" es una frase muy fuerte. Simbolizar con tinta también es algo fuerte, algo eterno. Escribir también. Tal vez de eso se trate, que el objetivo entre uno y su arte, su experiencia, sus decisiones, sea "entender el infinito entre los dos". Tal vez haya que abrazar los segundos de infinitud. 

Quien dice, tal vez no. 

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