Percepciones - Actividad 1 - Nadia Birnbaun
Nadia Birnbaun.
Comision 07 – Santiago Castellano.
Consigna: A partir de la bibliografía, pensar y responder en
un texto las consignas dadas a continuación.
Modalidad individual.
Primera escritura.
A
contestar:
¿Alguna
autobiografía se distancia de las características canónicas del género?
¿Qué
imagen del autor construye cada una de las autobiografías? ¿Cómo lo logra?
Marque en el texto y cite las zonas donde puede leerse esa imagen.
¿Hay
ejes, temas, procedimientos que estructuren el relato?
¿Cuáles
son los recursos o procedimientos que más le llamaron la atención? Señale y
cite los fragmentos pertinentes.
¿Cuál
es la que le resulta más atractiva? ¿Por qué?
¿ Qué tópicos y formas tomaría
prestados o "robaría" para escribir una autobiografía propia?
Respuesta:
Para comenzar a analizar las
siguientes autobiografías, consideramos relevante traer a esta introducción la
definición que nos provee Philippe Lejeune acerca de las mismas: “es un relato
retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia,
poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su
personalidad”. Esto quiere decir que, a partir de recursos particulares propios
de la autobiografía (que nombraremos a continuación), el autor nos interioriza
con su persona, nos explica, de alguna manera un tanto disfrazada, cómo llegó a
ser el que es.
Lo que caracteriza y diferencia a las autobiografías del resto de los
géneros, es la utilización de ciertas técnicas, necesarias se podría decir, que
desencadenan en actitudes, justificaciones y explicaciones inclusive, de la
imagen que se presenta y se permite mostrar. Entre ellas podemos encontrar
memorias, autorretratos y diarios íntimos, autopercepciones de acontecimientos
que han sido significantes para el autor, pero siempre resultando en el mismo
eje: la conformación del ser a partir de lo que éste determina que lo ha
definido.
Nos permitimos, para observar los ocho escritos, comenzar realizando dos
agrupaciones. En la primera de ellas, podemos observar dos características
compartidas: la cronología y la descripción. Ciertamente, un tipo de
autobiografía sería aquella que recorre el paso de los años vividos e intenta
hacer de los recuerdos expresiones vívidas y detalladas. Quizá su objetivo sea
demostrar que las memorias que se eligen contar motivan, en cierto punto,
formas de pensar o de ser.
Por ejemplo, Vlady Kociancich nos
relata cómo “fue un botín que
cambiaba de manos según la suerte de cada batalla”, haciendo alusión a las
disputas que encerraba su familia por ella ser la única infante. Más adelante,
cuando sus días como escritora la llevaban por el mundo, podemos registrar esta
oración: “durante seis largos años fui una especie de Cenicienta en tránsito.”
Hay una clara similitud, una aceptación con el constante movimiento, que no
suele ser algo comúnmente placentero o inclusive bien recibido, que forma parte
de ella, de su experiencia, de sus costumbres y sus comodidades.
En otro caso, como
lo es el de Rodolfo Walsh, quien se centra particularmente en su trayecto por
la literatura, expresa cómo se ha visto minimizado o atemorizado en distintas
situaciones de su vida, sea un romance, una constante comparación de talentos o
un mundo con ojos juzgadores. A fin de cuentas, concluye “(…) he sido traído y
llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay
momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de
nuevo, como tantas veces.” Los recesos, los años exclusivos de reflexión, son
su manera de aceptar nuevos desafíos.
Héctor Tizón, a
continuación, entre raíces y orígenes, nos revela un aspecto de debilidad en su
vida, un aspecto que retoma y significa, en sus años próximos, cuándo las
etapas son abiertas y cuándo cerradas. Esto es siempre después de un abandono:
el de su padre hacia él, el de él a su perro y citamos “despidiéndose para
siempre como si fuera mi infancia en forma de perro abandonado”, el propio para
realizar sus estudios y quien sabe que otros más de los que no estamos siendo
notificados. Emociones y voces que sólo la literatura le dieron la oportunidad
de expresar, lo invitaron a cuestionarse si realmente la adolescencia no era la
edad más hermosa de la vida.
El último de ellos,
Alberto Laiseca, rebuscando entre las causantes de su personalidad en sus
experiencias repentinas y los factores motivantes de sus obras (que deberían
remitir a lo mismo: identificar componentes de alta influencia emocional),
deriva en que “es imposible que una autobiografía sea sincera. Por lo menos, no
del todo. O porque calla algunas cosas o porque transforma otras.” ¿Por qué
sería relevante esta reflexión del autor? Porque no podemos saber con certeza
si está siendo honesto, pero si sabemos que, de los trasfondos de su realidad, decide transformar aquello propio y personal para plasmarlo en algo que se
puede contar. Puesto que todo nace de algo que existe o alguna vez existió,
contar es una retrospección, es parte de una autobiografía.
Entre las
mencionadas hasta aquí podemos notificar un patrón o procedimiento: comienzan
contando situaciones o estilos de vida a los que luego hacen alusión cuando
quieren destacar comportamientos o formas de enfrentar sucesos que se les han
presentado a lo largo de los años.
La segunda
agrupación, en la que incluimos a Hebe Uhart y a Sylvia Molloy, podemos
reconocer que hay un intento de construcción de identidad, pero los recursos
que usa son (invariablemente de cuando se lea la narración, puesto que está
escrita en presente) actuales. Podríamos definirlo como una especie de auto
descripción, una valoración de las personas o las cosas que está formada, aunque
sin saber su origen. Ambas proclaman algo muy similar: “soy una persona que
saca poco partido de la experiencia en cuestiones prácticas” y “no retomo
acontecimientos ni relaciones, sí lugares”. Ante esto nos permitimos decir que,
para hablar de sí mismo, uno tiene la libertad de elegir qué aspectos realzar o
de comentar qué considera relevante para que otro comprenda su personalidad,
pero si nos sostenemos de la definición que hemos sido dados de
“autobiografía”, dudamos si hay que leer entre líneas y no lo hemos descifrado,
o si simplemente no hay una historia en estas narraciones.
Para continuar, hemos
reservado dos autores, los más atractivos podríamos decir. El primero de ellos,
por su forma peculiar de hablar de sí a partir de experiencias ajenas. Ricardo
Piglia, con atrevimiento, nos induce en una consideración que no se repite en
los demás autores: nuestras historias no son sólo nuestras. Nuestras memorias
también, aunque desde distintos ángulos y con distintas percepciones, son de
aquellos que las viven con nosotros, no necesariamente a nuestro lado, puesto
que con compartir tiempo y espacio es más que suficiente. No necesita hablarnos
de su curiosidad, de la cantidad de aviones que ha tomado o de sus extrañas
coincidencias de forma explícita, él lo define así: “la única explicación que
tengo es que yo estaba metido en un mundo escindido.” Elige mostrarse a él por
medio de su contribución a la “historia” en la que estaba sometido.
El segundo y último de estos autores, emplea
una especie de definición por comparación. Osvaldo Soriano acierta con un
alguien con quien se siente identificado y lo describe en conjunto con su
propia esencia (aunque a esto último hay que encontrarle la vuelta). Entonces
desarrolla, perezoso y distante, los eventos más representativos para él y en
los que, dadas las casualidades o causalidades, se encuentran gatos. Su final
nos fascina, lo haríamos nuestro si tuviéramos que escribir nuestra propia
autobiografía: “La mitología dice que al morir los gatos van a sentarse sobre
la redondez de la luna. Hay quienes sólo pueden verlos en las noches claras. Otros
los vemos en todas las penumbras. Yo no tengo biografía. Me la inventarán, un
día, los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en los bordes de
la luna.” Quizá porque desvela rasgos de una humanidad compartida, por lo
poético del vínculo o por la certeza en sus palabras, de que para hablar de sí,
aquellos que forman parte de él deberán hablar también. De todas las imágenes
dispuestas a mostrar, esta es, a nuestro parecer, la más original.
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