Para escribir un gran final - Actividad 12 - Nadia Birnbaun
Nadia Birnbaun.
Comisión 07 - Santiago Castellano.
Consigna: Leer el ensayo de Piglia "Nueva tesis sobre el cuento" (a continuación de la Tesis...): hacer una nota de lectura y anotar las ideas principales, preguntas que les surjan, ejemplos relacionados con el comienzo y el final de un cuento, y la idea del que recibe el relato.
Primera escritura.
Modalidad individual.
Para escribir un gran final
Encontré esta tesis como una puerta muy profunda con significados transparentes acerca de lo que implica narrar un cuento, más específico, en narrar el final de uno y la construcción previa que conlleva su efecto. Para ello se cuestionan cuatro puntualizaciones.
El tiempo compone una de ellas. Se habla de dos formas de medir el tiempo, la primera en términos de magnitud, y la segunda en términos de valor. ¿Cuándo realmente una obra está terminada? Me gustaría, como ejercicio, que pensemos la cantidad de veces que hemos entregado un trabajo (escolar, universitario, de cualquier índole) que cumpliera con una escritura completa y, sin embargo, obtenía una devolución promedio. Lo que sucede, entiendo, es que no se trata de la rapidez y la composición que tome realizar el escrito, sino lo que este contiene y las formas en las que se ve enriquecido y que no tienen por qué ser paralelas al tiempo que consume realizar ese "boceto" a partir del cual se idea la historia. Vaya uno a saber la cantidad de cuentos con comienzo, nudo y desenlace que han sido escritos y concluidos sin ser publicados por no contar con el "tiempo-valor" de satisfacer el deseo de escribir.
A continuación, hay un foco prominente en el final de una historia. Existe esta teoría o sustentación: "(...) Cada vez que comienza, uno olvida que el cuento, si su existencia está justificada, lleva en sí ya su forma perfecta y que sólo hay que esperar a que se vislumbre alguna vez en ese comienzo indeciso, su invisible pero tal vez inevitable final". Se plantea que de todas las incertidumbres que se presentan al momento de escribir, la del final ya está descartada. Allí es donde se revela el verdadero significado de la historia, en ese giro rotundo e inesperado que redirecciona el rumbo de los pensamientos del lector. Si bien, para el escritor podrá ser transparente que la conclusión correspondiente es aquella plasmada al final de una obra, ¿no suele suceder que muchas veces los lectores quedan insatisfechos con las terminaciones? ¿Qué hace que no se encuentren la seguridad y las ganas desde ambos lados para concordar en la completud de aquella historia? No dudo en que las cesaciones son significativas y tienen un propósito ante los ojos de quien las compone, pero considero que eso es posible, en su gran porcentaje, a causa de que "los finales son formas de hallarle sentido a la propia experiencia".
Esto me lleva al tercero de los puntos bajo la mira: lo posible. Como bien expresa Piglia, "Todas las historias del mundo se tejen con la trama de nuestra propia vida". Volvemos a una declaración simple: toda ficción, por muy ficción que sea, parte de la base de lo existente. Tanto aquello que se modifica como aquello por lo que se ve modificado. Que nuestras historias precisas hayan tenido una dirección evidente, no quiere decir que no podrían haberse desencadenado en historias posibles y es, justamente, lo posible, desde donde formulamos un relato. El arte es el único capaz de desenlazar esos "qué hubiera ocurrido si..". ¿O jamás nos preguntamos qué es lo primero que haríamos de saber que mañana se acaba el mundo? Escribir es algo similar.
Por último y no menos importante, la relevancia de la doble transición para el final. La existencia de una historia evidente y de una secreta es lo que permite el error, la vacilación y la sorpresa. Dónde se acompleja la información y se pone sobre la cuerda al lector, para lanzarlo a la equivocación del suponer , es donde la atención se concentra. A medida que el final se posterga hasta el momento adecuado y se desvelan las sombras de quienes protagonizan (el caos, el amor, la tristeza o la felicidad, indiscriminado el género) , es que se ata ese hilo invisible de los ojos al papel.
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