Conteo caótico - Nadia Birnbaun - Actividad 24

Nadia Birnbaun
Comisión 07 - Santiago Castellano.
Consigna: " (...) Incorpore al menos tres catálisis en el cuento “Los amigos” de Cortázar (una que sea un diálogo, las otras descripciones). Justifique en un texto aparte su expansión (de modo sencillo, simplemente por qué resultaba operativo incorporarlas en ese momento de la historia o qué podían agregarle al lector, entre otras posibles). A su vez, considerando lo que dice también Barthes en torno de los núcleos, esto es, que “la supresión de uno de los núcleos produce la alteración de la historia”, modifique alguno de esos núcleos en el cuento “Los amigos” de Cortázar de modo que la historia cambie. (Si se anima, por supuesto, puede cambiar el final del relato.)".
Modalidad individual.

Primera Escritura. 


Conteo caótico - Versión modificada de "Los Amigos". 

En ese juego todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se encargaría del trabajo, Beltrán recibió la información pocos minutos más tarde. Tranquilo pero sin perder un instante, salió del café de Corrientes y Libertad y se metió en un taxi. En el transcurso le dieron ganas de fumar, pero sentía la boca seca y no lo hizo. Mientras se bañaba en su departamento, escuchando el noticioso, se acordó de que había visto por última vez a Romero en San Isidro, un día de mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los metiera por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando en la cara que pondría Romero al encontrárselo de nuevo, pero la cara de Romero no tenía ninguna importancia y en cambio había que pensar despacio en la cuestión del café y del auto. Era curioso que al Número Uno se le hubiera ocurrido hacer matar a Romero en el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora; quizá, si había que creer en ciertas informaciones, el Número Uno ya estaba un poco viejo. De todos modos la torpeza de la orden le daba una ventaja: podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor en marcha por el lado de Cochabamba, y quedarse esperando a que Romero llegara como siempre a encontrarse con los amigos a eso de las siete de la tarde. Si todo salía bien evitaría que Romero entrase en el café, y al mismo tiempo que los del café vieran o sospecharan su intervención. Era cosa de suerte y de cálculo, un simple gesto (que Romero no dejaría de ver, porque era un lince), y saber meterse en el tráfico y pegar la vuelta a toda máquina. Si los dos hacían las cosas como era debido —y Beltrán estaba tan seguro de Romero como de él mismo— todo quedaría despachado en un momento. Volvió a sonreír pensando en la cara del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde, lo llamara desde algún teléfono público para informarle de lo sucedido.
 - ¡La chaqueta! -se dijo. 
Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un momento al espejo. Después sacó otro atado del cajón, y antes de apagar las luces comprobó que todo estaba en orden. Los gallegos del garaje le tenían el Ford como una seda. Bajó por Chacabuco, despacio, y a las siete menos diez se estacionó a unos metros de la puerta del café, después de dar dos vueltas a la manzana esperando que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde donde estaba era imposible que los del café lo vieran. De cuando en cuando apretaba un poco el acelerador para mantener el motor caliente; no quería fumar, pero sentía la boca seca y le daba rabia. Le recordaba a la seguridad con la que había elaborado la intervención y ahora dudaba de lo que la suerte le tenía esperando. 
A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de enfrente; lo reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco cruzado. Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que tardaría en cruzar la calle y llegar hasta ahí. Exactamente en ese momento, Beltrán puso el coche en marcha y sacó el brazo por la ventanilla, haciéndole seña de que se suba al coche. Tal como había previsto, Romero lo vio y se detuvo sorprendido, cumpliendo con la orden de su amigo. El Ford salió en diagonal, adelantándose limpio a un tranvía, y dio la vuelta por Tacuarí. Estacionó bruscamente en una fábrica. Los amigos ingresaron. Beltrán comenzó a sudar y en un desesperado intento por musitar cayó boca abajo sobre el piso de cemento. La sangre comenzaba a expandirse con lentitud. El Número Tres pensó que su última visión había sido la de un tal Romero, un amigo del hipódromo en otros tiempos y que, entre tanto planear su intervención, había olvidado la existencia del Número Dos. 





Explicación: 

 Las dos catálisis descriptivas agregadas me parecieron una buena forma de hacer un "flashback". Considero que al rememorar situaciones con sensaciones se da lugar a que, si esas sensaciones son nuevamente presentadas, se pueda remitir a la situación anterior. En este caso utilicé las ganas de fumar y el no hacerlo para contrastar la posición del personaje, que hasta el momento venía siendo bastante mecánico y poco reflexivo, para convertirlo en una persona dubitativa que da suspenso a lo que está a punto de pasar. 
 La última catálisis, la dialogal, tiene otro tipo de propósito. Un recurso que es usado en distintos ámbitos de las artes son los ruidos para marcar una división o interrumpir una escena de forma rígida. Hasta el momento se venía considerando lo que podríamos llamar la "teoría" del plan y en el momento en que comienza a vestirse sabemos que irá a cumplir con la parte "práctica" del mismo. Entonces todo ese procedimiento que venía formulándose en su cabeza se ve interceptado por un recordatorio inesperado, una alarma que le rememora que debe cumplir con los horarios de su plan. 
 Ninguna de estas adiciones cambian el rumbo de la historia ni la modifican en sus cabos más relevantes. Simplemente podrían aportar un poco más de información al cuento en el sentido estructural. 
 Por otro lado tenemos la modificación de uno de los núcleos. Para este punto me tomé el atrevimiento de cambiar el final de la historia. Decidí que la intervención de Beltrán a Romero sería más temprana y que, por ende, en vez de ejecutarlo lo llevaría consigo. De esta forma confirmo mi primera hipótesis cuando todavía no había comprendido que "Beltrán" y el "Numero Tres" eran la misma persona. Como al comienzo se introduce a la historia en forma de "un juego", asumí que si había un Número Uno y un Número Tres, debía de haber un número dos. Decepcionada no lo encontré. Así que lo convertí en el malo de la historia sin necesidad de introducirlo como personaje, sino simplemente narrando su aparición mediante las memorias de, el ahora muerto, Número Tres. 






  

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