Plumas - Nadia Birnbaun - Actividad 23
Nadia Birnbaun
Comisión 07 - Santiago Castellano.
Consigna: "Elegir una de las fotos que encontraron del archivo familiar/personal: Contar un cuento en el que la foto sea el testimonio de un secreto inconfesable".
Modalidad individual.
Primera Escritura.
Plumas
Se presentó y arruinó la escena. Irrumpió por el portón dorado y caminó acelerada sobre la alfombra rojiza y extensa que guiaba su dirección al interior del salón. Sus zapatillas blancas emitían un sonido muy ligero sobre el tapiz. Todos la miraron, desde sus vestidos elegantes y sus trajes costosos, adentrarse ante aquella conclusión. Ella no había ido acorde al cuadro, llevaba un remeron blanco de unos cuantos talles más grandes al suyo, que en el centro situaba un rectángulo azul con alguna palabra de letras blancas que no puedo rememorar. Sus vaqueros azules le combinaban, junto con su cabello semi-pelirrojo que hacía resaltar el bronceado que irradiaba su piel. Parecía sencilla, adornaba un collar largo y playero su cuello, así como una pulsera de plata su brazo derecho. Se había presentado justo a tiempo. Miró al arquitecto, que no parecía vislumbrar lo que ocurría y con una voz decidida pronunció: "Yo".
Pienso: ¿Qué pesa más, un secreto o una pluma? La pluma es bien sabido que no es muy densa, sin embargo es medio resbalosa. Al no equilibrarse por sí sola es muy fácil que se vuele, que se extravíe, que se desvanezca, no pudiendo identificarla si se situara junto a otras diez plumas de su mismo origen. El secreto, por el contrario, es bastante calórico, se almacena en la espalda de uno como si cargara con una mochila llena de piedras. A medida que uno camina y se encuentra con personas que no conocen de la existencia del secreto, se van sumando rocas al bolsón.
Expuso ella que lo amaba, que no podía consentir que el pacto se cerrara. La novia miraba a su compañero atónita, aunque no deseaba escuchar una explicación. Giró su cabeza por sobre sus hombros y desde un costado derecho dirigió su mirada hacia mí. Hizo una mueca y se llevó las manos hacia el rostro. Comenzó a oírse un llanto, no muy fuerte, pero un llanto en fin. Luego sostuvo con sus manos repletas de anillos la caída recta de su vestido blanco y comenzó a caminar temblorosa hacia la salida. Un eco de murmullos se apoderó de la sala. Los invitados se contemplaban boquiabiertos y desentendidos. El arquitecto quiso detenerla, pero la intrusa lo tomó por el brazo y lo arrastró hasta la otra punta de la exhibición. Hubo una conversación descolocada, con manos que se alzaban por los aires y modulaciones amplias. Ella lo abrazaba, mientras él gritaba: "¡Es la primera vez!".
Pienso: ¿Qué es más fácil de llevar, un secreto o una pluma? La pluma se arruina, se desarma, se destiñe. Se va achicando, de a poquito, a medida que se la guarda más y más profundo. Si se la lleva mucho tiempo guardada quizá ya no parezca una pluma cuando se la retire nuevamente, sino una especie de palo pequeño con algunas tiras suaves que apuntan a lados disparejos. El secreto, por otro lado, se agranda. Mientras más tiempo se lo esconda más difícil se vuelve identificar su comienzo y su final. No tiene realmente una forma, sino que tiene varias y depende de quién lo mire para definir qué tanto valor ha perdido.
El arquitecto empujó las puertas doradas y gritó el nombre de la novia mientras hacía formas con su mirada, esperando encontrarla. Su intento fue un rotundo fracaso por lo que, con la cabeza gacha y desatando el moño verde que le acogotaba el cuello, arrastró sus pasos hasta un banquillo en el exterior de la iglesia y se sentó a llorar sus penas.
Pienso: ¿Qué es más significativo, un secreto o una pluma? Puede ser una pluma importante, encontrada en algún rincón memorable, de algún ave que uno admire, puede ser comprada y modificada, tener colores, manchas, pueden ser muchas, pueden ser pocas. Un secreto puede ser pequeño o puede ser grande. Se le puede decir a alguien que se aprecie mucho, a un total desconocido o puede ser para uno mismo. La verdad es que no lo sé, al final del día un secreto es un secreto, y una pluma es una pluma.
Fui a ver a la novia, que guardaba silencio en el cuarto en que se había arreglado antes de que su boda fuera un completo escenario dramático. Ingresé a la otra en la habitación, que junto a mí observaba el espejo gigante que se posaba en la pared, con las cajoneras celestes que se le situaban en los costados y sobre las cuales la novia apoyaba sus pies, ahora descalzos. Miré a la intrusa, era preciosa. La novia la observó de arriba a abajo, cautelosa. Sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos y su boca ya no estaba rígida. Se abalanzó sobre ella y con un fuerte abrazo le susurró: "Gracias".
Pienso: ¿Qué me falta, un secreto o una pluma? Me falta una pluma, una que contraste el peso en mis zapatos de camino a la cena familiar que se aproxima en las siguientes horas, que con sus hilos caídos y suaves ate mi garganta. Necesito una pluma. Necesito varias plumas. Un secreto tengo, yo sabía que mi hermana no quería casarse con el arquitecto. Menos mal que encontré a la forastera en la vereda.
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