Reseña "La arquitectura del océano" - Actividad 38 - Nadia Birnbaun

 Nadia Birnbaun

Comisión 07 - Santiago Castellano.

Consigna:  "La reseña: quedamos en fecha de entrega para el miércoles 11/11. A partir de lo que fuimos discutiendo en el último encuentro, aparecieron distintos tópicos para trabajar: el estilo intimista de los cuentos de Garland, historias que se desarrollan con una tensión contenida, los finales abiertos, puntos de vista femeninos sobre cuestiones de la vida (relaciones, pérdidas, la entrada al mundo adulto). También pueden trabajar cuestiones más narratológicas: narrador - temporalidad - formas de representación.".

Primera escritura. 

Modalidad individual.


"La arquitectura del océano", de Inés Garland. Editorial Alfaguara, 2014. 

Reseña - "Por fuera de las fronteras".  

“¿Cómo escribir desde una configuración mental que se desconoce?”, es la pregunta que deberíamos hacernos al momento de indagar en la selección de cuentos -”La arquitectura del océano”- de Inés Garland. Nos tomamos el atrevimiento de reservar la respuesta para el final, mientras contribuimos a ella mediante la metodología implacable de esta autora. 

 Siendo la mayor de cuatro hermanas y viviendo su adolescencia en uno de los puntos culmines del movimiento feminista argentino, Inés comienza formalmente a escribir, con las concepciones de la inocencia y los vestigios de la juventud, a sus treinta y siete años de edad. Se pueden intentar reunir las temáticas de sus escritos, de una forma vaga y externa, bajo una oración: son fragmentos de vidas, introducidas como complejas, que involucran tanto el campo del amor como el de la ingenuidad para desencadenar en un segundo de caos que significa, en su totalidad, la configuración de una conciencia particular. 

 Garland tiene la singularidad de narrar, en su gran mayoría, desde la figura de la mujer. Para los que hemos tenido el placer de escucharla hablar en alguna entrevista, dado que estos cuentos son cortos y su información es minuciosamente seleccionada, por lo que una vez que ella es, en sí misma, explicativa, abre un mundo de correlaciones para con su literatura; sabremos reconocer que el motivo de la elección femenina se debe a un desconocimiento de la lógica masculina. Cómo hemos dicho anteriormente, Inés, nacida en 1960, habita su formación juvenil en los comienzos del cuestionamiento de una sociedad patriarcal. Sin embargo -porque es sabido, hasta el día de hoy, que el legado pelea a la deconstrucción-, las preguntas eran rápidamente acalladas y la energía revolucionaria inhibida. Al no existir la igualdad entre el hombre y la mujer, explica la autora, ¿cómo sería posible la asunción de una mentalidad y una omnisciencia (como la que caracteriza a sus narradoras) que se presentan tan ajenas? Consideramos, igualmente, que brinda fortaleza y seguridad a las mujeres de sus historias, las adorna con una determinación que las engrandece. En “La perra de tres dientes” narra: “Ella mueve las manos en el aire, las uñas rojas, los anillos, los brazos mojados, el escote. Avanza con las caderas, las menea, llama a las caderas del tatuado y el tatuado le responde, la busca, ella abre la boca, saca la lengua, se lame los labios mirándolo a los ojos, después le da la espalda como si estuviera por dejarlo”. En “Nada que hacer” utiliza un recurso similar: “ Es provocativa de maneras que ella reconoce, es desafiante, aparece recién bañada, con un turbante de toalla en la cabeza y se pone a jugar a las cartas, sube la pierna larguísima, la dobla y se la abraza con el brazo con el que sostiene las cartas”. Las elige porque en ellas reconoce algo fuerte, algo de sí, algo que le hubiese gustado ser. 

 Consideramos esencial reconocer que Garland, desde la feminidad, utiliza las emociones como desencadenantes. Sus historias siguen un patrón claro: se presentan los personajes y se describen minuciosamente los ambientes que estos habitan, se introduce un sentimiento preponderante que abre paso a un cambio rotundo y veloz de ambiente, desordenando las estructuras mentales momentáneamente, hasta volver al clima introductorio. La historia es la misma, desde que comienza hasta que termina; el lector no. Se utilizan rupturas significativas, esto es, desarticulaciones de una línea de pensamiento, que se escabullen entre las memorias más recónditas y morbosas. En “Oscar”, justo antes de que la protagonista, una niña pequeña, ingrese al cuarto de un hombre mayor por quien tiene sentimientos encontrados, Inés escribe: “Sale corriendo por el jardín a oscuras. Casi no puede de lo ateridas que tiene las piernas. Corre sin pensar, y no tendrá oportunidad de explicar por qué no vuelve a su cama. Esta vez no se queda frente a la puerta, entra sin llamar”. Es un pequeño párrafo, simple y conciso, motivado por un sentimiento, que incentiva al lector a empatizar con la escena, a salir del rincón desde el cual espía la trayectoria de los acontecimientos e irrumpir en el momento de tensión. La cuestión es que no se puede, no sólo porque sea literalmente imposible, sino porque es tal el apego al accionar que no se puede interceptar un momento tan recóndito. 

 El barco más resistente y que se lleva el premio al maniobraje de las olas es indudablemente la conducción del narrador. Inés aborda temáticas laberínticas, de las que pueden derivarse distintas interpretaciones y a las que pueden asignarse diversos juicios de valor. Estamos hablando de situaciones de violencia, de relaciones políticamente incorrectas, de infidelidades a plena vista, de tópicos que naturalmente se exteriorizan desde una mirada peyorativa y que, sin embargo, la autora logra evitar. Se desprende totalmente de su presencia como ser social, con valores y nociones de lo bueno y lo malo, y se vuelca a contar situaciones existentes, reales, posibles, imperfectas y defectuosas, pero viables en fin. En “El rayo verde”, una vez que el padre de la protagonista confiesa que va a dejar a su esposa por la amiga de su hija y le pide a esta que no lo condene, esta se cuestiona: “¿Cómo negarle la lealtad que me pide?”. Es admirable la capacidad de Garland por hacer que el lector por unos minutos se pregunte si su propia lìnea separadora de lo moral e inmoral pueda estar levemente torcida. 

 Nos gustaría, para finalizar, remitir nuevamente a la pregunta inicial: “¿cómo escribir desde una configuración mental que se desconoce?”. Culturalmente, lamentamos decir que las estructuras mentales son más acertadas siempre y cuando sean lo más cercanas posibles. Este nivel de comodidad no imposibilita la capacidad de escribir desde otras posiciones, no imposibilita la capacidad de escribir en sí, Garland es el claro ejemplo. Y citamos a la autora, en su pase por la serie testimonial sobre temas de género “Alabadas”: “"Mi camino fue saber cada vez más como era yo, cómo me interesaba mostrarme para que se acercaran las personas a las cuales les podía interesar yo", para decir que en esta selección de cuentos todo lo que hay es un reflejo que nos conduce por el pasaje experimental de Garland, un pasaje que tiene la auténtica aptitud de ubicarnos en lugares receptivos diferentes, de acercarnos hacia aquello que se deja mostrar, de aceptarlo como ella lo induce: sin prejuicios. Abre una posibilidad: conocer. Y allí está la respuesta a la incógnita principal, sólo se puede salir de la estructura del océano nadando por fuera de las fronteras. 

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